No soy una persona de enredarse con la nostalgia. Pero esta semana, me ha dado por mirar atrás y reordenar los momentos, productos, viajes y personas que más han marcado mi forma de ver, sentir y trabajar la belleza a lo largo de 30 años.
Abajo, 5 hitos beauty que marcaron el rumbo y la filosofía de Cristina Galmiche. ¡Espero que lo disfrutéis!
1. El primer cosmético que usé…
La mayoría recuerdan la barra de labios de su madre o alguna crema. Pero si hago memoria, el primer cosmético que usé fue un Contorno de ojos, cuando era muy muy jovencita. Como tenía problemas de grasita y las formulaciones de entonces no son las de ahora, pensé que lo más lógico era cerrarle las puertas de mi piel a cualquier crema, porque mi extra de secreción ya se encargaba de mantener mi piel bajo cotas máximas de grasa. El contorno, por cierto era de Elisabeth Arden. No recuerdo el nombre, pero sí cómo me marcó la historia de aquella mujer que revolucionó la belleza de las americanas.
2. El compuesto que jamás he abandonado en mi cabina...
La glicerina, sin dudarlo. Allá por el 600 A.C., los fenicios se dieron cuenta de sus propiedades, y más tarde la tradición jabonera de Marsella la convirtió en poco menos que un icono. Este compuesto es sinónimo de blancura y de limpieza, por eso no es de extrañar que se emplean en casi todos los jabones de tocador… ¡en una concentración de entre el 8 y el 15%!, y claro, siendo «doña limpiezas» no podía dejarlo de lado.
3. El perfume que siempre me hipnotiza.
Nasomatto viene de la conjugación de ‘naso’ (nariz) y ‘mato’ (locura). Un nombre que refleja a la perfección el espíritu de las fragancias de Alessandro Gualteri, cada cual más extravagante y mimética. De sus diez propuestas, siempre me ha obsesionado y acompañado en momentos especiales Black Afgano. Una fragancia que inspira desde el primer momento en el que la aplicas relajación y armonía. Un vicio que no cambio por nada.
4. El primer “tratamiento” que hice…
Aunque mi pasión profesional sea la piel, la verdad es que mis primeros pinitos los hice en otro ámbito de la estética. Tenía unos ocho años y estaba aún en Jaén, y le propuse a mi amiga y vecina hacerle la manicura. Cogí algunas cosas del neceser de mi madre, entre ellas un esmalte de uñas rosa. El resultado fue desastroso…Tanto, que la madre de mi amiga me ‘echó’ una pequeña bronca, aunque en realidad fue muy cariñosa y siempre me dice que yo empecé en la estética esa tarde en compañía de su hija.
5. El maestro que me marcó…
Sin lugar a dudas Jean D’estrees. Al volver de Suecia, ya tenía más que claro que la estética era lo mío. Pero quién me abrió las puertas del que, por aquel entonces, era la creme de la creme del mundillo, fue mi suegra. Me ayudó a investigar escuelas en Madrid, y se topó con la del famoso visagista. La primera vez que entré por las puertas de la escuela, fui consciente del nivel de exigencia, trabajo y esfuerzo que necesita en su haber una buena esteticista. A él le debo esa minuciosidad y gusto por el detalle que tanto me caracteriza.